Yo pensaba, yo suponía, yo di por hecho…
Arrate Iraolagoitia
Me gusta repasar (revisualizar), de tanto en tanto, el trabajo de las últimas semanas con la intención de sacar aprendizajes y de tomar impulso para los siguientes pasos.
Precisamente, el viernes pasado estuve reflexionando sobre las diferentes sesiones grupales e individuales que he venido facilitando estos últimos tiempos; y si bien podríamos decir que son equipos, sectores y problemáticas diferentes, encuentro un denominador común en las dificultades que los equipos han abordado: La importancia que tiene la gestión de las expectativas.
Expectativas respecto a nuestros compañeros/as de equipo y respecto a los proyectos en los que participamos.
Ya sea por las prisas, porque hay que sacar adelante la tarea, o porque no nos atrevemos a abrir ciertas conversaciones, observo que, en general, dedicamos poco tiempo y espacio a hablar de nuestras expectativas.
Todos/as tenemos expectativas. Ese anhelo, esperanza o deseo de conseguir algo, de que se produzca un determinado resultado con nuestros hijos/as, nuestra pareja o familia, con nuestro trabajo…pero, en general, no lo explicitamos.
Así pues, las expectativas transcurren, muchas veces, sin expresarse. Y aquí está la raíz de muchos problemas de relación, comunicación y funcionamiento.
A veces nos comentan clientes, responsables de equipos, sus frustraciones por el desempeño o maneras de hacer de alguno/a de sus subordinados/as (y viceversa). Pero nunca han tenido una conversación sincera y clara sobre lo que esperan el uno del otro, ni sobre los roles y responsabilidades en el proyecto.
No suele ser una cuestión de dejadez, sino que, en ocasiones, nos parece tan claro cómo tienen que ser o hacerse las cosas (cada persona armamos una película en nuestra cabeza), que no se nos ocurre pensar que la otra persona puede tener una visión diferente. En situaciones como éstas, tendemos a responsabilizar a la persona/equipo/proyecto de falta de compromiso o mal trabajo, sin cuestionarnos que tal vez no hemos hecho peticiones claras, o que hemos interpretado sin contrastar la información.
Pero ¡ojo!, también hay veces en las que preferimos mantenernos en ese silencioso mundo de expectativas por evitar hacer peticiones de forma franca y abierta; ya que esto podría suponer correr el riesgo de recibir un no como respuesta o de mostrarnos vulnerables.
Ahora bien, cuando no expresamos nuestras necesidades con honestidad, tenemos muchas papeletas de terminar insatisfechos/as, frustrados/as e instalados/as en la queja.
Abramos, pues, más espacios de diálogo en los equipos donde podamos poner sobre la mesa todos esos – “Yo di por hecho”, “yo pensaba”, “Yo creí que…”, “Yo suponía…”, “Yo esperaba”- y hablar con sinceridad de nuestras necesidades, anhelos y esperanzas. Atrevámonos a hacernos peticiones y ofertas claras en equipo. Veréis que es una gran inversión para las relaciones y para la efectividad.
¡Feliz semana!

